Cuando era pequeño, me encontraba dando un paseo por una zona de compras llena de jugueterías y tiendas de todo tipo. Llevaba mucho tiempo andando ya y pensé que era hora de descansar un poco y entré en la tienda más cercana suplicando enérgicamente que me compraran un muñeco o similar. Tras una larga y a la par inútil explicación de por qué no podía comprármelo cedí a la presión y salimos de la tienda. Anduvimos hasta llegar a un restaurante que se encontraba a diez eternos minutos de mi objetivo. Harto de las conversaciones de los adultos y del calor del sur tuve la genial idea de correr calle abajo, girar la esquina, entrar en la tienda y coger el juguete. Por último, tuve que ir a pedirles perdón a los dueños de la tienda y me volví al restaurante empezando a entender que lo que había hecho no estaba del todo bien.
Aun con unos años más a la espalda hay quien usa estos trucos para justificar lo que hacen, pero no es igual de fácil de perdonar a estos "inocentes".

PedroL.
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